Existe un proverbio hindú que dice: "Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio".
Quizá, por esta razón, ayer Mourinho no hizo declaraciones en la rueda de prensa previa al clásico, sabía la alta voz que conlleva el silencio y que resultaría más ruidoso y sustancioso que sus propias palabras.
Era consciente que el silencio es resonante y se escribiría más de ello que de sus escénicas expresiones.
En la escritura musical y el lenguaje verbal, el silencio es figura y se grafía. El silencio tiene fuerza y supremacía, nos resulta incómodo y deseamos palabras que nos aclaren, que nos den la solución, porque no confiamos en el silencio.
Pero Mou, que es muy inteligente, conoce este poder y lo ha utilizado en numerosas ocasiones, dejando que Aitor Karanka, segundo entrenador del Real Madrid, muestre su rostro y voz y, de esta manera, él permanecer sumido en el silencio y continuar siendo el centro de atención.
Miguel de Unamuno escribió que "a veces, el silencio es la peor mentira", y como en el teatral y melodramático mundo del luso no había un mejor guión que escribir, realizó su mejor interpretación a través del silencio.
No se burló de la prensa, que son los mediadores para la afición. Tampoco desconsideró a la afición, que está cansada de palabras y silencios y quiere goles. El desprecio vendrá si esos goles no llegan y, además, son recibidos por parte del eterno rival.
Así que, Sr. Mourinho, deje de estar tan pendiente de su ego y aproveche las cuatro oportunidades que le brinda la vida en este momento para regalar a su público un poco de diversión y recupere la ilusión perdida de los últimos años.
Por suerte hoy, no estaremos pendientes de su persona sino de lo que realmente nos gusta e interesa: El Fútbol.
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